Los ciclistas
Quién los habrá mandado a girar
bípedos pedales y a sonreír en un día de mayo.
Quién circuló con ellos en un día perfecto
y rebotó como un destello en
los cuerpos brillantes encajados entre los rayos.
Planetas que entre ellos se mueven de lejos
sin gravedad, en cámara lenta,
o muy rápido, como una reacción apresurada,
inscrita en una película muda
– una prueba de amor.
Vendedores en negro de frutillas y cerezas.
Borrachos, antes de que la temperatura supere los treinta.
Ancianas ocupadas con la pensión
y bancarios de cuello blanco ocupados con las ancianas.
Peluqueros al aire libre, músicos callejeros o
mozos con trabajo temporario en bares, y policías,
ocupados con el orden público y los músicos barulleros.
Buscadores de la paz y de la paz privados.
Una vendedora de ramilletes & aquellos que «no, gracias» agradecen.
Skaters con ropa holgada & basureros de naranja y verde.
Quién (los) envía en la oscuridad a girar la rueda dentada,
a los que misteriosamente saben,
tal como se refleja en sus rostros.
Uno u otro o quizás todos a la vez,
llamados de trescientas maneras
diferentes a enviar postales
de la ciudad que abandonan
a la ciudad que se dirigen,
forasteros expuestos al sol,
aquellos que dan dinero y aquellos que lo quitan,
aquellos que planifican y aquellos que se encuentran
en el instante que se abre –
en una prueba indolora.
Cada uno tiene su explicación y
los usuarios de la vía pública tendrían la suya.
Los diarieros, que reparten consejos incluso
en su tiempo libre, y los especialistas de la alimentación sana,
los viejos creyentes convenciendo a nuevos conversos,
una hoja de diario pisoteada en el suelo
y lo que se ve en la borra de café,
lo que se extrae de las cartas,
lo que se oye en la nave de la iglesia
y lo que está clavado en las paredes de la subcultura.
Andan en bicicleta,
en la suntuosidad de una leve ebriedad. Sobrios,
con dioses en el manubrio y con bolsos,
serpentean entre los caminantes.
Golpeados por un choque,
sin lesiones, sólo a veces con las horquillas
dobladas y una cámara perforada,
conductores de una leve ebriedad.
Pero el viento,
que sopla alrededor de las perneras con clips,
dará una respuesta diferente.
Apoyándose en los cuerpos sentados quiere
que se levanten.
Que se apoyen con todo su peso en los pedales
y que lo corten.
Eso quiere el viento de cambiantes direcciones
que les sopla en el pecho.
El impredecible viento solar.
Trae el invierno y tiempos difíciles para los ciclistas.
Todo lo torna en una cuestión sobre su ausencia.
Las muchachas los echan de menos y los niños
no saben qué hacer con sus chupetes y sus ojos de asombro.
Los punkers creen un su inminente venida
y los raperos los usan en las rimas.
Las abuelas remiendan las cadenas
para un nuevo período en el paraíso –
el zigzagueo entre los peatones,
el emparche de cámaras, el chillido de los frenos –
el intento de pedalear en la oscuridad
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